Érase un hombre a una cámara de fotos pegado
Parafraseando a Francisco de Quevedo obtenemos un prontuario capaz de sintetizar un escueto retrato de Vicente que no obstante le dibuja con precisa nitidez.
Pero Vicente García Pérez es mucho más que eso.
Conozco a este pecador irredento de la imagen desde ya hace casi medio siglo y en este largo periodo de tiempo poco han variado sus principios y sus convicciones. Su juventud comenzó con el blanco y negro, que pronto combinó con las montañas y los espacios abiertos al ir recogiendo, en una ingente cantidad de imágenes, seguramente desproporcionada, lo que nuestras retinas iban percibiendo tanto en la vida cotidiana como en multitud de espacios singulares por los que su espíritu inquieto le paseaba.
Y es que Vicente conoce muy bien la montaña leonesa, lo que no le ha impedido viajar en pos de otras cordilleras tanto en la orografía española como en los Pirineos franceses, así como en los Alpes, donde ascendió a su cumbre más elevada, el MontBlanc, allá por los años setenta, o incluso a los Andes. Esto le ha permitido valorar de forma objetiva lo que las montañas de nuestro entorno nos muestran y nos ofrecen.
Isidoro Rodríguez Cubillas