Viajé a París en dos ocasiones a lo largo del año 2015. Enviado por el diario ABC, en ambas, para dar cuenta de lo que allí estaba pasando. El asesinato de los dibujantes de Charlie Hebdo y de los clientes de un supermercado judío, en enero. La masiva matanza de los jóvenes asistentes a un concierto de rock y a las terrazas de varios bares en torno al Boulevard Voltaire, en noviembre. El yihadismo había fijado su foco sobre la ciudad que, para la historia del siglo XX, es el hogar simbólico de la libertad. Y París volvió a ser, aunque dolorida, aquella "capital del mundo" que dice Walter Benjamin que fuera para el siglo XIX. No hice otra cosa que narrar lo que vi. Con la fría distancia que el verdadero dolor exige. Sin gestos. La retórica mata el dolor.