En el siglo XIV, bajo el mando de Roger de Flor, los almogávares acuden a la convulsa Grecia, donde el empuje turco está desmembrando lo que queda del Imperio Romano de Oriente. Contratados por el emperador Andrónico II Paleólogo encadenan una serie de rápidas victorias contra los turcos, aun siendo muy inferiores en número y armamento. Desperta ferro!, Aragón Aragón! eran los gritos estremecedores que al unísono y mientras golpeaban sus armas contra el suelo, lanzaban los almogávares antes de iniciar la batalla. Sin piedad, degollaban, saqueaban, quemaban y vencían una y otra vez. Las traiciones, las luchas por el poder en esta comunidad de originarios catalanes y aragoneses, entre ellos, Berenguer de Rocafort y Berenguer de Entenza, muerto el segundo a manos del primero, y Ferrán Ximénez de Arenós, apartándose de la contienda y buscando su propio medio de subsistencia, impidieron que el avance catalán y aragonés llegara aún más lejos. Francisco de Moncada nos narra en el año 1620 lo que ocurrió tres siglos antes, y lo hace con todo detalle, expedición a expedición, batalla tras batalla y traición tras traición. Un entramado de relaciones humanas y de aventura con mayúsculas que convierte en mera anécdota cualquier narración de ficción actual. Moncada se nutre de la obra de Muntaner, que como uno más de aquellos almogávares, se encargó, en primera persona, de Galípoli, la ciudad que sirvió durante mucho tiempo de plaza fuerte o centro de operaciones para aquellos hombres.