Construyendo la tabla periódica no es un libro de química, sino de químicos (personas y elementos).
Trata de las personas que los descubrieron, los aislaron y los colocaron ordenadamente dentro de una estructura intelectual que permitía predecir sus propiedades, a partir de las de sus vecinos, antes de tenerlos en las manos. También trata de los ladrillos con los que está construido el universo, cómo son, de dónde se obtienen, para qué sirvieron, para qué sirven y cómo han cambiado su valor y su uso a lo largo de la historia. El oro es un metal precioso empleado en el adorno personal desde que un hombre observó su hermoso aspecto en una pepita y vio lo fácil que era trabajarlo, hasta hoy, y así continuará en el futuro previsible, mientras que el hierro se ha utilizado para fabricar cuchillos, igual que ahora, desde hace miles de años. Pero el mercurio pasó de ser el elemento clave para mover el Imperio español, por su uso para extraer la plata de América, a un material peligroso con un futuro previsible casi sin usos, mientras que los elementos de las tierras raras, que a principios del siglo XX servían para fabricar piedras de mechero y poco más, hoy representan la clave de gran parte de las tecnologías más avanzadas. El uranio servía en tiempos de Mendeleyev solamente para colorear el vidrio, mientras que ahora permite obtener enormes cantidades de energía y fabricar las armas más mortíferas.
El año 2019 se han cumplido 150 años de la publicación por Dimitri Mendeleyev de lo que es prácticamente el icono más popular de la química, la tabla periódica de los elementos.
Los avatares del descubrimiento de cada uno de ellos, desde los metales utilizados en la prehistoria a los elementos artificiales sintetizados átomo a átomo en las últimas décadas, junto con sus aplicaciones pasadas y presentes, forman una lectura apasionante, extensamente ilustrada con las imágenes de científicos, minerales, monedas y objetos históricos de museos y colecciones de todo el mundo.