Sepa el viajero que para conocer bien el Cerrato hay que meterse dentr de él: recorrer el intrincado laberinto de sus valles, perderse en los todavía
abundantes rincones naturales, esos que aparecen de improviso, cuand uno menos se lo espera, al dejar rodar la vista desde cualquiera de su cuestas y barcos o al abrirse paso entre la montanera...