Un día se le pidió aceptar a una manada de elefantes salvajes «problemáticos». Su sentido común le aconsejaba negarse, pero era la última oportunidad de supervivencia de la manada: los matarían si no se encargaba de ellos. Con el fin de salvar sus vidas, les acogió. En los años siguientes se convirtieron en su familia, ganándose su confianza, llegando a estar profundamente unidos e incluso aprendió cómo se comunican entre sí (con profundos y retumbantes «susurros»).