Lucas de San Juan de la Cruz escribe esta obra como amante hijo de su madre Patria: Calahorra (La Rioja). En ella describe con detalle el origen de la ciudad, sus hechos gloriosos, sus laureles y, cómo no, la historia de sus grandes hombres.
El autor no esconde el orgullo que siente por ser hijo de una ciudad de la que, durante siglos y siglos, han hablado historiadores antiguos y contemporáneos, poetas y literatos. Él mismo nos dice en el prólogo: "Los cuatro imperativos que deben existir en un ser que esté ennoblecido con la dignidad de hombre, cristiano, sacerdote y religioso, obligan a ser más patriota y a amar con delirio a sus paisanos."