En el enfoque del Mahamudra cachemir no hay nada que cortar, evitar o purificar. Es un ascetismo erótico, un éxtasis no dual vivenciado como una experiencia continua, y no como un puntual arrobamiento místico. Las visualizaciones con pequeñas diosas rojas que penetran el cuerpo, los retiros en la oscuridad, el juego continuo y la unión sexual añaden una intensa cualidad vibratoria al gozo propio de la condición humana que, más allá de austeridades y renuncias, sólo necesitamos reconocer, regresando así a lo femenino y a la naturaleza del ser que contiene la totalidad y que no renuncia a lo sensorial. Sorprendente reivindicación de una majestuosa tradición semiolvidada, La loca sabiduría de la yoguini nos acerca al mundo perdido de Lalita Devi, iniciadora de Odier y último eslabón de un antiquísimo linaje de mujeres iluminadas: Las yoguinis tántricas de Cachemira se caracterizaron por un misticismo encarnado que la institución monacal de la India y el Tíbet sintió como amenazante pero que no pudo resistirse a copiar, atribuyéndolo a hombres. Así, las profundas intuiciones y prácticas espirituales del Mahamudra cachemir siguen vivas en el budismo Chan, el Mahamudra tibetano y el Dzogchen.