Los libros sobre jardines no hablan de los animales en libertad, salvo para explicar cómo luchar contra ellos. De los habitantes naturales no se dice nada. Los libros los omiten obstinadamente y no mencionan los topos de Babilonia, las libélulas de Versalles, las culebras de la Alhambra. Y a pesar de ello, deben todavía encontrar morada en esos lugares. Sin embargo, ni unos ni otros participan del artificio propio de los
jardines. La tradición excluye del territorio ajardinado a todas las especies animales y vegetales vivas que eluden el dominio del jardinero. Los seres vagabundos no tienen lugar en él.
A partir de estas refl exiones, Clément construye la particular visión del jardín y de la sabiduría del jardinero en su manejo que nos presenta en este libro.