En Las comadrejas (1967) los recuerdos infantiles del protagonista chocan con la realidad que se encuentra cuando regresa a Bearn tras diez años fuera de la isla. Todo ha cambiado: las inglesas ricas se han instalado en hoteles de lujo y las radios chillan a todas horas anunciando algún nuevo invento que hay que comprar para ser feliz.
Sin embargo, las temidas Comadrejas, aquellas dos ancianas que tanto miedo y tanto odio le habían provocado a él y a todo el pueblo, siguen ahí, como si el mundo atávico, de brujas y de mitos, pudiera aún convivir durante un tiempo con las motos y los transistores.