Para que sea saludable, la dieta ante todo tiene que ser suficiente en energía y en nutrientes, siempre en función de la edad, el sexo, la actividad física y la situación fisiológica (niñez, adolescencia, embarazo, menopausia, etc.). Para que sea balanceada debe atender las proporciones recomendables de proteínas, grasas y azúcares y ser muy variada en todos los grupos de alimentos para evitar déficits nutricionales o por el contrario, excesos peligrosos para la salud. Además, tiene que adaptarse a los gustos personales, a la cultura, a la religión, etc. El deportista es comparable con todos los demás, con la diferencia que su actividad diaria requiere de un mayor aporte energético y un aumento ligero de vitaminas y minerales.