Luis Amadeo de Saboya, Duque de los Abruzos, es uno de los grandes representantes de la generación de exploradores que ampliaron el espectro de la belleza del mundo, junto con hombres como Nansen, T. E. Lawrence o Mummery. El Duque de los Abruzos, hijo de Amadeo I de Saboya, por un breve periodo rey de España, tuvo una vida intensa donde la aventura y los ideales siempre estuvieron presentes. En 1909 intentó la segunda montaña más alta del mundo, el K2. No consiguieron llegar a la cima, pero aquella aventura fue el trabajo de exploración más importante llevado a cabo hasta entonces en el Karakorum, batiendo un récord de altitud que se mantuvo hasta las expediciones de Mallory al Everest en los años veinte. Como afirma Sebastián Álvaro, en su interesante texto sobre el Duque que completa esta novela, para este gran alpinista y explorador « nada va a ser un obstáculo que no pueda vencerse con una mezcla de inteligencia, trabajo y audacia. Mar y montaña, regiones polares y tierras tropicales, exploración, ciencia y alpinismo, todo va a caber dentro de la organizada cabeza de Luis de Saboya». Mi deuda con el paraíso es una novela que reproduce su última expedición africana, el único motivo por el que podría abandonar su proyecto altruista en Somalia, donde consiguió hacer crecer arroz en terrenos baldíos para alimentar a miles de personas. Narrada por quien fue su ayuda de cámara, que rememora los hechos ochenta años después, agonizando en una pensión de Madrid, intercala la ficción con la biografía del Duque y la representación de toda una época histórica. Es una obra de intriga, de desamor, de aventuras y del crepúsculo. Un lamento por un mundo al que ya no conoceremos virgen a no ser a través de homenajes a estos héroes de los confines del planeta.