«Has de escribir un libro singular sobre el viejo País de los tuyos».
José Antonio Labordeta, siempre que coincidía en Barcelona con el autor de Pluma de buitre, que se considera nieto biológico de los Mallos de Riglos y del ferrocarril, lo animaba a escribir un libro cuya acción transcurriera en Aragón. El resultado es esta singular novela cuyo protagonista principal es un periodista que, durante su estancia en Estados Unidos, recibe, de una manera muy poco convencional, casi mágica, un extraño y viejo winchester. Sin él saberlo, ese rifle perteneció a su aún desconocida bisabuela paterna, una naturalista irlandesa que muere a finales del siglo xix en un hospital de Zaragoza, tras haber alumbrado a un varón, que pasa sus primeros días en el hospicio de Huesca.
Pluma de buitre pretende ser un elogio sin rubor a Aragón, a sus paisajes, a sus gentes y sobre todo a sus ausentes. Es una mezcla de lo que algunos llaman géneros literarios. Es, pues, crónica familiar muy ficcionada, crónica periodística y también libro de moderadas aventuras, es decir, novela con guiños de wéstern. Los espectaculares Mallos, fieramente rojos en la atardecida, y los buitres que los sobrevuelan, siempre recuerdan determinadas películas del Oeste.