Este libro trata de los usos etnobotánicos de los robles, alcornoques y encinas, desde una perspectiva histórica y europea, integrando las diversas ramas del saber, tanto ciencias naturales como sociales.
A partir de esta omnipresencia de las quercus en todos los territorios europeos, el autor ha querido dar una visión personal del significado de los robles para el común de los hombres, desde muchos puntos de vista y áreas del conocimiento, siempre con la vista puesta en su entorno geográfico y cultural más cercano, Galicia, territorio rico en ancestrales tradiciones, propias del arcaísmo del noroeste ibérico, que se proyecta no sólo a la Península Ibérica sino a Europa.
Los europeos somos hijos de los robles -y de sus hermanos le encina y el alcornoque-, tanto en su consideración de árboles físicos como si se entienden como referentes de nuestra idiosincrasia: de nuestras emociones, de nuestra visión cosmológica, vinculados de manera persistente y extensa a nuestras deidades, como tótems de la diversidad antropológica de los habitantes de Europa.
Parece que apenas quedan restos de esa relación. Mas si se profundiza en las manifestaciones folclóricas, en las festividades, en la toponimia, en frases hechas, en nuestras declaraciones amorosas, en la impartición de la justicia o en el cumplimiento del compromiso dado, aparecen relaciones con los robles, que tienen sus orígenes en las antiguas culturas mediterráneas, griega y romana principalmente, o en las pretéritas culturas de los hombres de las costas atlánticas o de las tierras del interior del continente.
Es pues un libro sobre etnobotánica, en el más amplio sentido del término, que teje una red entre las distintas manifestaciones del uso de los robles en distintas tierras y distintas épocas.
Es muy probable que el lector se crea ajeno a la presencia envolvente de los robles o considere que así sería en otros tiempos, pero imposible en nuestro mundo materializado y electrónico; no será asíal final de su lectura, en ese momento comprenderá que los robles forman parte de su vida y le envuelven con un manto de hojas que se renuevan cada año, con el ciclo de las estaciones, tanto de forma real como espiritual.
El contenido se reparte en cuatro bloques. El inicial aporta unas pinceladas de carácter botánico, para subrayar aspectos básicos sobre las características que definen a estos árboles. El segundo apartado se centra en los aspectos simbólicos, desde su vinculación con el concepto de árbol universal y de árbol sagrado a su incorporación al mundo simbólico humano: expresión de virtudes, garantía de lo pactado bajo su sombra o de la justicia que se impartía en su nombre. Como parte de esos atributos, se incorporaron de forma estilizada a las primeras representaciones heráldicos y resplandecen sus hojas o sus bellotas en los escudos nobiliarios o en los uniformes de todos los ejércitos. El tercer bloque se adentra en la cultura popular: refranero, fiestas campestres en las que brotan cantigas y se proponen adivinanzas, siempre llenas de picardía y de alusiones asequibles sólo al reducido grupo de oyentes del lugar. Remata el libro con los usos múltiples de los robles que van desde la cuna al sepulcro, del aprovechamiento de las bellotas como alimento a la fabricación de tinta a partir de las agallas, la construcción de pequeños aperos rurales o su uso farmacéutico, por lo general fruto del conocimiento empírico y de la magia como sustento de la curación. En otra dimensión, estos árboles han alimentado, en cantidades inimaginables, explotaciones mineras, la industria del curtido o la extensísima red de vías de ferrocarril; por otro lado, han llevado por todos los mares del mundo nuestra cultura, nuestra riqueza y nuestra guerra, hasta constituir selvas en el mar, de estandartes llena.
El redescubrimiento de esas relaciones es el objetivo de este libro, que quiere expresarlas de forma sintética en su título: Robles, hombres y dioses.