Tanto si eres aficionado al SUP, o quieres descubrir lugares atractivos alrededor de los Picos de Europa. Este es tu libro.
Desde mar adentro, observo la caliza de los Picos de Europa derramarse sobre el Cantábrico en La Costa de los Dragones. La he bautizado así porque no me cabe duda de que, cuando los dragones surcaban las aguas y
los cielos de la Tierra, anidaban y habitaban en estos acantilados -y si alguna vez regresasen, reclamarían sus lares-. No conozco lugar donde el implacable frenesí creador del océano haya rendido semejante cosecha de maravillas. La belleza esculpida en sus rocas es tan inverosímil, tan delirante que, al deambular entre ellas remo en mano, mecido por el mar, a menudo juraría encontrarme en otro planeta. Esta costa induce al trance: lejos de permanecer congeladas en la roca, sus formas fluyen y fluctúan ante los ojos como si aún latiesen presa de la turbulencia que las creó, emergiendo constantemente de ellas toda suerte de personajes. El lugar está tan expuesto al oleaje que solo ofrece acceso a los tortuosos entresijos de su arquitectura en días de calma chicha, como hoy. A mediodía, el sol se arroja por las fisuras del techo encendiendo velos dorados en el espacio de la cueva que despiertan sutiles colores en la roca y se hunden en el agua, tiñéndola de turquesa. Buceo, acompañando a la luz al fondo; abrazo frío y presión e intento fundirme brevemente con la calma que me rodea; luego, asciendo hasta poder flotar sin mover un músculo y me deleito con cada instante del vuelo a la superficie. Respiro, subo a la tabla y sigo mi camino. El potencial estético de SUP alrededor de los Picos de Europa es inabarcable, y las imágenes de Manuel Toral capturan parte de la intensa belleza de ese tesoro.