La llegada a Barcelona de los reyes de la dinastía Habsburgo siempre fueron momentos de especial significación para sus ciudadanos, acostumbrados a su permanente ausencia. La ciudad se preparaba a conciencia para la ocasión para mostrarse ante el soberano en todo su esplendor y solemnidad posible. Se celebraban todo tipo de festejos, como torneos y saraos, y se llevaban a cabo grandes ceremonias. En este contacto entre el rey y los barceloneses, entraron en juego distintas tradiciones ceremoniales: por un lado, las propias de las instituciones catalanas como el Consell de Cent y la Generalitat y, por el otro, la propia de la monarquía. En este punto se hacía imprescindible la voluntad de negociación de las partes implicadas, todo ello condicionado por el contexto político de cada momento.