Para un occidental, Japón es la gran experiencia posible del «otro». Pocos países se muestran tan alejados culturalmente. Pero esa máxima sensación de otredad no deriva de sus diferencias: las hay, muchas, enormes, pero no mayores que respecto a otras culturas. En Japón vemos gente vestida como nosotros, que oye la misma música o ve nuestras mismas películas; con apartamentos llenos de cosas parecidas a las nuestras, inmersos ambos en los mismos artilugios tecnológicos que nos caracterizan y gobiernan. Es su manera completamente propia de entender el mundo los que los hace tan distintos. Nos miramos con curiosidad recíproca mientras nos preguntamos si el futuro y nuestra relación con la realidad no será la imagen que ya nos devuelve el espejo de su cultura.
Tras vivir varios años en Japón, José Antonio de Ory revela en estas páginas su deslumbramiento por este complejo y lejano país. Nada escapa a su ojo atento inmerso en una sociedad insular y rodeada de otras culturas milenarias, que ha fraguado sus peculiaridades a lo largo de siglos en un relativo aislamiento. Los vericuetos de la intrincada educación que modula el carácter japonés, la codificación y programación de sus costumbres ancestrales, sus relaciones familiares, la expresión de la sexualidad, el modelo de salaryman y su cultura del trabajo, la organización social y su ritualización, los conflictos que plantean las nuevas generaciones y, sobre todo, la proyección de todo ello sobre las artes: literatura, cine, arte, teatro, moda, manga
Pocas veces ha llegado hasta nosotros un retrato tan preciso y tan impactante de la sociedad actual japonesa.
«Aciertan los viajeros que dicen que los japoneses son de otro planeta, aunque por razones posiblemente equivocadas. [
] Tras cuatro años en el país no estoy seguro de comprender mucho mejor, pero sí creo que logro identificar, al menos, muchas de las cosas que no entiendo.»
JOSÉ ANTONIO DE ORY