La virtualización del mundo se impone en la sociedad de control neoliberal. En contraste con la iconofobia posmoderna, este libro iconófilo confía en la fuerza de la imagen cinematográfica para combatir la pérdida de realidad en un mundo dominado por el simulacro y por pseudoimágenes como las publicitarias.
Antonio Rivera postula una nueva estética cinematográfica de la crueldad, que se funda en el reconocimiento de la precariedad de la imagen. Esto implica admitir la distancia insuperable entre la imagen y la vida, pero al mismo tiempo supone proclamar la potencia del montaje cinematográfico y de la mirada del espectador para «relacionar» la imagen con la realidad invisible y con la verdad.
La estética de Rivera se basa también en la sustitución de la estructura teológica-estética que adopta el modelo hollywoodiense del cine por una estética democrática que suprime toda jerarquía entre narrar y mostrar, entre documental y ficción, entre géneros o entre los diversos elementos del filme.
El pensamiento estético de este libro favorece la aparición de un nuevo espectador, capaz de realizar la tarea crítica y política de discriminar entre las imágenes con referencia en el mundo y las imágenes «idólatras» o abyectas sin sustrato real.