Antes de morir, la abuela Juana le dejó a su nieta Julia un croquis y un mapa. Pero no se trataba de
un croquis y un mapa comunes y cotidianos. No eran dos objetos cualquiera. La Juana había elaborado
aquellos dos documentos a partir de una técnica de collage. Haciendo uso de algunas revistas de
escalada, había recortado las fotografías que representaban fragmentos de montañas que a ella le
atraían especialmente, y los había unido con celofán. Tanto el croquis como el mapa estaban hechos a
partir de la misma técnica artesanal. El resultado era un desvarío cartográfico sin pies ni cabeza. La
Juana había creado aquellos dos dispositivos inútiles y caóticos como puro entretenimiento, para jugar
a inventar un itinerario imposible que recorriera los lugares a los que ella habría querido ir: el Nanga
Parbat, el Cerro Torre, El Capitán... A partir de los cabos sueltos de Juana, otras personas se adentran en el gran juego.