El pensamiento demócrata y republicano español de finales del siglo XIX y principios del XX cuenta con un puñado de mujeres, escritoras y activistas políticas, masonas y espiritistas muchas de ellas, sobre las cuales cayó el manto del olvido por la doble razón de su sexo y la naturaleza radical de su acción.
Rosario de Acuña (1850-1923), librepensadora y poeta entre otras facetas de su personalidad múltiple, es quizá la más significativa de todas, y el reencuentro con su figura forma parte importante de la tarea de la historia de las mujeres y la literatura. Anticlerical combativa y defensora a ultranza de la autonomía subjetiva de la mujer a través de una abundante publicística, Acuña constituye una pieza esencial en la conformación de las identidades femeninas en España antes de la guerra civil, por lo incisivo de su presencia pública y la división de pareceres que se abrió en torno suyo.
De extrema sensibilidad emocional, su pensamiento deísta y evolucionista inscrito en su confianza masónica en el perfeccionamiento de la humanidad y la tolerancia de creencias y credos inspiraría su obra desde la juventud temprana.
En su testamento ológrafo de 1907, al tiempo que pedía respetar su deseo de no ser enterrada en sagrado, encargaba se editara su obra «siguiendo el orden de su pensamiento». Bien consciente del riesgo que ello entraña en una obra tan voluminosa y una vida tan llena de emociones, se intenta darle cumplimiento a ese mandato al menos parcialmente aquí.