Valle de Pineta 50 ascensiones y excursiones reúne 13 excursiones, 32 ascensiones y 5 travesías e integrales por la Valle Verde y todo su entorno, adentrándose en la demarcación del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y recorriendo los lugares de mayor interés natural, paisajístico y montañero. Las Paredes y el Balcón de Pineta; el macizo de Treserols, con Monte Perdido y su glaciar; la sierra de las Sucas, el collado de Añisclo y la faja Tormosa; la sierra de Espierba y los Llanos de La Larri; los tresmiles de la Munia..., son parte de esos destinos a los que nos llevará esta guía, con la descripción detallada de cada recorrido (y sus tiempos personales de paso), cartografía actualizada, cuadro MIDE y croquis de pasos de escalada.
Más de 20 años en Pineta
La propuesta es el fruto de más de 20 años de ascensiones y recorridos realizados por Pedro López, avezado montañero, en todo el valle de Pineta. Así nos presenta el autor su trabajo:
«Hace ya algún tiempo, un amigo y joven aprendiz de alpinista me confesaba que sus padres, campistas veteranos, llevaban más de veinte años consecutivos veraneando en el mismo lugar, un remoto valle del Pirineo oscense llamado Pineta. Aunque no realizaban grandes ascensiones, tan solo sencillos paseos, el mero hecho de estar allí los hacía felices. Tenían todo lo que necesitaban: un clima privilegiado, unos paisajes de ensueño, el fragor del agua fresca y cristalina, el trino de los pájaros por la mañana, prados floridos
en fin, todo aquello de lo que carecían el resto del año. A mí, que en aquella época de mi vida me hallaba empecinado en recorrer todo el Pirineo de cabo a rabo, aquella devoción hacia un lugar tan concreto me parecía una aberración.
Sin embargo, pasa el tiempo y uno parece anhelar el retorno a paisajes conocidos. Necesitamos un santuario como peregrinos de la vida que somos, un lugar al que amar y que nos importe de una forma especial. Ese lugar, amigos, es para mí el valle de Pineta. Desde aquel lejano 1980 en que ascendí a mi primer tresmil, que no fue otro que el Monte Perdido, no he dejado de visitar este magnífico valle, de subir a su Balcón, de recorrer sus montañas, sus lagos
, de vivaquear bajo sus cielos tachonados de miríadas de estrellas. Fruto de ese amor incondicional es el libro que aquí os presento, estos itinerarios variados, preñados de recuerdos y nostalgias. Gracias, lector, por compartirlos conmigo.»